Autor: Gustavo Epitacio
¿Qué pensarías si te digo que un organismo
simbionte ha llegado a nuestro planeta a bordo de una pequeña cápsula espacial?
Y que además sigue viviendo entre nosotros…
Pues, aunque suene a ciencia ficción, o alguna historia del universo de Marvel (sí, lo digo por ustedes Venom), se trata de
una historia completamente real, que ocurrió a inicios de los años 2000’s.
Para poder hablar de este evento, es
necesario aclarar que en términos biológicos, se le conoce como organismo simbiótico a aquel que
mantiene algún tipo de asociación con otro organismo vivo. Algunas de estas asociaciones
pueden ser de beneficio para uno solo de los simbiontes (comensalismo), de
beneficio mutuo (mutualismo), o bien en donde se termine dañando o perjudicando
a alguno de los involucrados en la interacción (parasitismo), llevándolo
incluso a la muerte (parasitoidismo).
En la película de Venom (2018), el
personaje “simbionte” es un “parásito líquido”, proveniente de un planeta ajeno
al nuestro, que busca asociarse con algún humano del que pueda beneficiarse. Y
aunque en un inicio se plantea como un parasitismo, lo que realmente ocurre es
una simbiosis mutualista, en donde el humano Eddie Brock y el extraterrestre
resultan beneficiados. En la naturaleza es común encontrarse con este tipo de
relaciones, por mencionar algunos ejemplos: la polinización de las flores por
medio de las abejas (asociación planta-animal), la red de comunicación bajo el
suelo entre árboles y hongos (asociación hongo-planta), y la protección entre
las anémonas y los peces payaso
(asociación animal-animal).
En una relación simbiótica, si uno de los
organismos asociados se ve obligado o necesita de otro organismo para su
desarrollo se le conoce como simbionte
obligatorio. En el caso contrario, en donde el organismo puede no necesitar
forzosamente la interacción con la otra entidad para seguir con su vida, se le
llama simbionte facultativo.
Regresando a la película de Venom, el “parásito líquido” es un simbionte
obligatorio, mientras que Eddie Brock es un simbionte facultativo; pues el
humano puede hacer su vida sin ningún problema en la ausencia del
extraterrestre, pero el “parásito” se ve obligado a unirse a Eddie, porque sin
él solo es un moco negro sin forma.
Habitualmente en las simbiosis existentes
en la naturaleza, los organismos vivos que se encuentran en asociación solo
establecen contacto entre sí (el ejemplo del pez payaso y la anemona) o se unen
ligeramente (el ejemplo de las plantas y los hongos), conservando siempre su
forma original. Son muy raros los casos en lo que los simbiontes se fusionan y
originan una unidad completamente diferente. Si alguna vez has visto Dragon
Ball o Steven Universe, recordarás que en ocasiones dos personajes se fusionan
para dar paso a otro completamente diferente. Un ejemplo real en donde los
organismos se unen para conformar una unidad completamente distinta a sus
formas originales son los líquenes.
Un liquen es una forma de vida, compuesta
por una simbiosis mutualista entre hongo y un organismo fotosintético (puede
ser un alga o una bacteria). En esta relación liquénica, el hongo es un
simbionte obligatorio, al igual que el “parásito líquido” en Venom, que en
ausencia de su compañero fotosintético no crece o no se desarrolla como se
espera, mientras que las algas siguen su vida como si nada, como el personaje
de Eddie Brock.
En la asociación el hongo protege de la
luz UV (que puede dañar los tejidos) al alga o bacteria, además le brinda
nutrimentos y humedad que su compañero de vida no conseguiría por sí solo; en
cambio el alga (o bacteria), le brinda alimento y nutrimentos que el hongo
aprovecha para seguir creciendo y desarrollándose. Esta estrecha asociación de
beneficio mutuo, les ha permitido conquistar hasta el 8% de la cobertura vegetal
en el planeta Tierra, que aunque suene poco, es casi la misma proporción del
área que ocupan las selvas en el mundo.
Los líquenes habitan en casi todos los
ecosistemas terrestres, desde las rocas cercanas al mar, hasta las montañas más
altas; desde los desiertos más secos y calurosos, hasta las zonas más frías del
planeta; y crecen sobre lo que te imagines: tierra, árboles, hojas, musgo, huesos
viejos, fierro, concreto, plásticos,
zapatos, tela y más. De hecho, es muy probable que cerca de tu casa, en algún
árbol o en alguna pared se encuentre viviendo un liquen. Tal vez no lo veas,
pues algunos miden menos de un centímetro, o tienen un color poco llamativo;
sin embargo, te invitamos a buscarlos, en ocasiones parecen costras o chicles
de color amarillo, verde o gris pegados a un árbol. Si los encuentras, ten
mucho cuidado, no los arranques, porque tardan años en crecer algunos
milímetros.
Ahora, ¿qué pensarías si te digo que
liquen ha sido enviado al espacio y después de 16 días ha regresado intacto a
nuestro planeta?
En el año 2005, un grupo de investigadores
españoles envío al espacio la capsula Foton M-2, que contenía dos líquenes
diferentes, los cuales permanecieron orbitando alrededor de unos 16 días
expuestos a radiación solar y temperaturas de extremas, condiciones sumamente
perjudiciales para la vida los seres vivos. Cumplidas las más de dos semanas,
la pequeña nave aterrizo en Madrid, en donde un equipo de investigadores reviso
los líquenes, encontrando que ninguno de los dos había sufrido daños durante el
viaje espacial, ¡manteniéndose con vida!
Como podrás ver, el estudio de los
líquenes resulta bastante interesante. A la fecha investigadores de diferentes
países aun intentar averiguar más sobre los organismos simbiontes que lo
componen y de sus increíbles habilidades. De momento, si te es posible, sal a
buscarlos, quizá en un futuro tú puedas ser la siguiente persona en realizar un
trabajo con simbiontes; o quién sabe incluso te podrías convertir en el próximo
organismo simbionte en viajar al espacio.
Liquen costroso. Foto: Felipe de Jesús
Eslava Silva
Sobre el autor: https://revistarimega.blogspot.com/2022/02/gustavo-epitacio-joaquin.html
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